viernes, 12 de septiembre de 2008


Dicen que superar una pena de amor toma entre un año y dos. Si lleva más tiempo, es porque la persona se regodea en su dolor, enlentece el proceso natural del olvido y no hace las cosas bien. Si lleva menos, es porque aquel amor no era tal, sino apenas un golpecito al frágil ego. En ese caso, entonces, todo es más fácil, más liviano.Cuando este mal aqueja, no hay forma de zafar de los lugares comunes que antes desdeñábamos. “Si tú no estás aquí/ no sé/ qué diablos hago amándote”, dice la desgarradora canción de Rosana. Nos encontramos escuchando “Moscas en la casa” (Mis días sin ti son tan oscuros/tan largos/ tan duros/ mis días sin ti) con lágrimas en los ojos, leyendo los poemas de Neruda: “De otro. Será de otro. Como antes de mis besos/ Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos./ Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. /Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido/ Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos/ mi alma no se contenta con haberla perdido”. Releyendo e- mails viejos, y por supuesto ideando infelices estretegias para encontrarnos con El o con Ella.Y además, claro, un mal de amor atenta contra la autestima del afectado, mina desde adentro su mecanismo afectivo. El enamorado no correspondido se siente un idiota sin remedio, persiguiendo algo que no tiene sentido. Quien sufre un mal de amor sale más débil, aunque también más revitalizado. Más inseguro, pero también más maduro para enfrentar relaciones posteriores.Dicen que “un clavo saca a otro clavo”. Y es cierto.... Una pena de amor no se puede prevenir, no se puede curar. A quien le llegue, lo único que le queda es desmoronarse por un buen rato. O hacer como dice el poema de Idea: “Aquí/ Lejos/ Te borro/ Estás borrado”.

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